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PROMESAS: CASAS Y ATAÚDES DE CARTÓN

  • Foto del escritor: Daniel Vallejo
    Daniel Vallejo
  • 12 abr 2020
  • 5 Min. de lectura


La primera ocasión que viajé a la ciudad de Guayaquil, tenía veinte años, y cruzaban por mi mente las primeras pasiones por viajar. En esa ocasión, en cierta medida, pude encontrarme con esa otra realidad del país que desconocía. Tantas veces volví, tantas veces he regresado, para recorrer sus calles, y sentirme cautivado y desconsolado. Los Sauces, Monte Sinaí, la Alborada, la 9 de octubre, etc.


Caminar y pensar, una y otra vez, el mayor error de nuestra idiosincrasia, nos ha llevado a creer que somos un país de regiones y de extraños, por muchos factores que atraviesan lo político, las costumbres y el efecto tan paradójico del deporte, que al mismo tiempo que nos ha unido, nos ha separado. Hemos promulgado, esa distancia atroz, con una torpeza despiadada.


Caminar y pensar, por esas mismas calles en las que anduvo Medardo Silva. Esa ciudad que retrató en sus poemas, esa ciudad de los albores del siglo anterior. Con una condición de siempre: la pobreza.


No es una cualidad que sólo corresponde a la ciudad portuaria. Pero hoy, después de años pasados, de haber viajado un poco más que antes, y sobre todo conocer la ciudad que habito, puedo sin duda afirmar que en Guayaquil conviven la miseria y las promesas de la política. La que cada cuatro años, se viste de blanco y sale a caminar sus barrios más miserables, con la oferta de hace cuatro años atrás.


Aquella primera vez que me acerqué a la tierra del calor desafiante, me encontré con unas peñas adornadas. Casas refaccionadas, bares, y los escalones interminables que subimos con mi hermano, como una afrenta desafiante. Sentí alegría, la sensación de volver a la médula.


Al mismo tiempo que aparecía esa ciudad de brisa que salva, me di cuenta que había las otras peñas. Ese otro lugar, abandonado, oscuro y triste. Solamente separado por una puerta y un candado. Una puerta que conducía a los recovecos más profundos. Nos dio curiosidad. Mi pueril condición, me hacía pensar que ahí habría una historia que contar. No la cruzamos, nos advirtieron de los riesgos de muerte.

Gente viviendo, en casas perdidas en el tiempo. Pintadas del color del partido político adversario, propaganda en mitad de la esperanza y delincuencia. Sí, ha Guayaquil la han utilizado, todos los bandos que han podido sacar ventaja política.

Sus ciudadanos, son las estadísticas frías de un voto, y que hoy se han traducido a la estadística de la muerte.

Esta emergencia sanitaria, que hoy vive Ecuador, sacó a la luz, a esa ciudad invisibilizada tras las fachadas de la supuesta modernidad, y en la que barrios enteros no conocen el acceso al agua potable. Barrios por los que no ha pasado el modelo ejemplar.

Monte Sinaí, es ese lugar periférico. En el que conviven cientos de familias en asentamientos ilegales. Municipio y Gobierno han ganado elecciones, por el voto de esa gente, y con promesas que no han llegado a cumplirse.

En el año 2013, en el gobierno de la Revolución Ciudadana, y bajo administración municipal del movimiento político Madera de Guerrero, cientos de militares y policías, procedieron al desalojo de la comunidad. Hecho que debe considerarse como uno de los episodios más inhumanos, dentro de la historia reciente del país.


Así lo retrataban diferentes medios nacionales, como el reportaje que presentó la plataforma periodística

Plan V


¨Bajo la política de “cero tolerancia” contra las invasiones, en 2013 el Gobierno empezó los desalojos en ese sector. Testimonios de la época contaban que personas de escasos recursos habían invertido sus ahorros en la compra de esos terrenos, pero fueron engañados. Organizaciones de DDHH y líderes de los pobladores pidieron que se encontrara una opción adecuada para la reubicación de esas familias. El CDH interpuso una acción de protección para invalidar cualquier acción pública en ese sector. La medida fue criticada por la gobernadora del Guayas, Viviana Bonilla¨


¨El 10 de mayo de 2013, 1.500 policías, 500 militares, 200 agentes de tránsito, 50 caballos, 200 motos, 30 perros, 5 retroexcavadoras y un equipo antimotines desalojaron a las familias que habitaban las Cooperativas Talía I y Talía II, en el Monte Sinaí. Se destruyeron 420 viviendas, ocupadas por 1.700 personas, con población presente dentro de las viviendas en el momento del desalojo. El CDH informó que en esa acción se impidió a las familias salvaguardar sus enseres y se prohibió a la prensa registrar con imágenes los incidentes. En los predios habían personas de la tercera edad, niños, personas con discapacidades, mujeres y 30 extranjeros que estaban como refugiados en Ecuador. Algunos se quedaron viviendo bajo los escombros. ¨


La represión vivida en ese espacio de la historia del país, fue retratada por muchos diarios nacionales. A pesar de aquello, el gobierno nacional de turno, aseveraba que nunca hubo desalojo. Y los dimes y diretes tan comunes en la clase política, jugaban al engaño una vez más en medio de la desesperanza.

El secretario de la entidad encargada, en declaraciones expuestas, días posteriores al suceso, exponía sus razones. A la par, la municipalidad negaba toda injerencia en los hechos acontecidos.

«El montaje de imágenes de otra época no tiene que ver con los operativos realizados en Monte Sinaí, por la Secretaría Técnica de Prevención de Asentamientos Humanos Irregulares. Ni Viviana Bonilla, ex Gobernadora del Guayas, ni Julio César Quiñónez, titular de la Secretaría de Prevención de Asentamientos Humanos Irregulares participaron en operativos de represión en contra de los ciudadanos de Monte Sinaí, como se intenta mostrar en el montaje del cabildo guayaquileño», asegura la Secretaría.


Qué hubo detrás del desalojo en Monte Sinaí. Las explicaciones a posteriori del gobierno, no hicieron mas que redundar en la pugna política y sobre todo enmarcadas en la efectividad de su destreza en el manejo de la propaganda.


Las diferencias políticas, y sobre todo las ansias de encontrar un reducto electoral, no hicieron mas que ahondar la problemática de los terrenos que habitaba la población que ahí vivía. Las casas de cartón hablando en sentido figurado, han dejado en el limbo la estabilidad habitacional de esta parte de la ciudad. Monte Sinaí, no es más que el reflejo del sistema de promesas en las que hasta hoy, en medio de una emergencia sanitaria vive Guayaquil.


He leído objetivamente el tema de los ataúdes de cartón, y aún así, me queda la enorme duda de creer que se puede y pudo hacer más en el momento de la atención de los pacientes y posteriormente con el traslado de los fallecidos por Covid 19.



Por un lado, tenemos indiscutiblemente a la viveza criolla. Feretros que antes tenían un valor de 600 USD, hoy tienen un valor de 1,300 USD. El negocio de la muerte en tiempos de pandemia, debería ser controlado y supervisado por el gobierno y municipalidad.


En este momento, en el que la vida es frágil. El sistema de salud es un barco a la deriva. Y hay gente que deambula por las calles de la ciudad con sus enfermos, buscando una casa de salud, en mitad de la desesperación. Todo esto sumado, a la inoperancia con la que han actuado tanto el gobierno como el municipio de Guayaquil, con el manejo de cadáveres.


En ese contexto, que los parientes reclamen al enterrar a sus muertos en cajas de cartón sostenidas con grapas, luego de haber recorrido ciudad entera con el dolor y la ira de no encontrar a sus familiares en morgues, no sólo es un actor para recordar, es un hecho por el que a su momento deberán responder ante la justicia quienes hoy lideran el país.


En tiempos de coronavirus, quienes han llamado a la unión y a salir juntos como país de este episodio crítico, deberían estar conscientes que este es un desencadene de la forma en la que la ciuad fue manejada por la clase política, de hoy y antes.

La Guayaquil de la pandemia, deberá ser recordada como la ciudad que nos hizo enfrentarnos ante nuestra verdadera realidad.

Nunca más, Guayaquil y todo el país, deberían ser el salvavidas electoral de la clase política. Tan acostumbrada hacer eternas las promesas.



Fuentes:

 
 
 

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